viernes, 13 de abril de 2012

NOTICIA

Sargento liberado dice que vivió '14 largos años de humillación'

Luis Arturo Arcia narró a El TIEMPO su experiencia durante más de una década en manos de las Farc.

Los estragos de los 5.141 días de cautiverio no lograron borrarle la sonrisa al sargento del Ejército Luis Arturo Arcia, quien ostenta el triste récord de la persona que ha pasado más tiempo secuestrada.

En una habitación del Hospital Militar, en Bogotá, rodeado de las artesanías que elaboró en la selva, este hombre de 41 años -que cayó en manos de las Farc el 3 de marzo de 1998 y fue liberado el lunes pasado- dio su testimonio:
Ese último día de cautiverio (2 de abril) es indescriptible. Sabíamos que íbamos para la libertad, pero nada más. Nos levantaron temprano y empezamos a empacar; estábamos pendientes de los medios de comunicación para saber qué iba a pasar, mientras esperábamos para dónde nos movían, pero las horas iban pasando y nada. Eran ya las 11 y nosotros nos preguntábamos: ¿Por qué no nos mueven? Imposible que vaya a llegar el helicóptero aquí donde estamos, en plena selva.(Lea también: De fusilamientos, bombardeos y hasta rayos se salvaron los liberados)
Al mediodía escuchamos el helicóptero, pero lejísimos, y un guerrillero dijo: "¡Están violando el protocolo de seguridad!" Como a la una de la tarde llegó la orden de un guerrillero: equipos al hombro, que en una hora tenemos que llegar a un sitio. Ahí se nos subió la moral y nos dijimos: 'Aquí toca caminar rapidito'. Eran más de 7 kilómetros y los recorrimos a toda velocidad. Llegamos a la orilla del río Guaviare, nos bañamos y nos dieron los uniformes para cambiarnos. Ese fue el momento en que nos quitaron las cadenas después de diez años.
Empezamos a tenerlas en la zona de distensión, cuando 'Martín Sombra' nos las puso en la cárcel de El Billar. Ahí fue cuando me sentí la persona más humillada de este mundo, y yo mismo me decía: 'Soy un soldado y tengo que soportarlo'. Como íbamos por parejas y con las manos amarradas atrás, era fácil perder el equilibrio. Si uno se caía, los demás también, porque íbamos en fila... Eso era muy humillante. Fueron 14 largos años de humillación... 24 horas al día encadenados del cuello con el otro compañero.

Un día dieron la orden de que a partir de las 6 de la tarde también nos encadenaran de los pies, hasta las 6 de la mañana, pero a veces no nos quitaban las cadenas y así nos mandaban al 'chonto' (a hacer las necesidades) y a bañarnos; entonces no podíamos quitarnos el pantalón y nos tocaba bañarnos con ropa.
Tejido humano
Siempre fui muy malo para la aguja, pero aprendí a bordar de un maestro: mi sargento Luis Alfredo Moreno Chagüezá. Él me insistía mucho: "Arcia, haga un bordado que yo lo instruyo", pero yo me negaba, hasta que empecé y se convirtió en mi diario vivir.
Todos los días me dediqué a mirar a quién le hacía bordados. A los que me enviaban saludos, los que trabajaban por nosotros... Por ejemplo, le hice uno a (la periodista española) Salud Hernández, porque escuchaba todos los mensajes que nos enviaba por Hora 20, y en agradecimiento le hice ese detalle en un pedazo de tela camuflada, con las banderas de Colombia y España. Me demoré dos meses.
Justo cuando estaba bordando eso, casi lo pierdo porque nos tocó salir del campamento donde estábamos, como lo hacíamos constantemente, corriéndonos uno o dos kilómetros cada dos días, para evadir los bombardeos.
Por eso decidí partir mi equipo en dos: tenía una bolsita especial para echar los bordados, los hilos, las manillas, las correas y los chinchorros. Eso era mi tesoro más preciado, y el miedo que siempre tenía era que la guerrilla no me dejara sacar de la selva los detallitos. Los hacía para las personas que habían luchado por nosotros de una u otra forma. En otra bolsa estaba lo demás. En estos años hice 40 manillas, 20 bordados y cinturones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario